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jueves, 2 de octubre de 2014

EL DUELO Y EL DOLOR - LA ACEPTACION

Reflexión sobre el acto de morir y las consecuencias que ello tiene en el entorno de la persona fallecida.

AFRONTAR EL DOLOR

Vivimos en una sociedad que busca la anestesia emocional. No la queremos, la reclamamos; la llamamos, la exigimos con pavor: Acudimos al centro de urgencias para que sea el médico quien nos resuelva este mal tan sufridor e inaguantable que tenemos dentro, un mal que no entendemos, que no queremos, y que no hemos buscado… necesitamos anestesiarlo, con la dosis mayor de hipnóticos, sedantes, o lo que sea… anestesiarlo sin afrontar al mismo… porque afrontarlo supone más dolor… Pero también supone responsabilidad, esfuerzo, y estima hacia nosotros mismos. Los conflictos que no se resuelven, quedan dentro de nosotros de forma latente, y van reapareciendo con más fuerza, pudiendo incluso, provocar enfermedades. Y eso está claro: la psicomatitzación no es más que la expresión física de los conflictos emocionales no resueltos.

OCULTAR EL SUFRIMIENTO A LOS NIÑOS

Queremos enseñar a nuestros hijos lo mejor de la vida pero borrando lo que no nos gusta, lo desdibujamos, lo sacamos del presente. Les hemos enseñado que todo tiene solución… y nadie les ha hablado de que en la realidad no es así. Nadie les ha enseñado a sufrir, a gestionar la tristeza, que no es más que otro sentimiento. Y que siento deciros, señores míos… no es una depresión… Se trata de un malestar emocional. Y lo tratamos como estamos acostumbramos desde pequeños a “borrar” el malestar físico: el niño cae, llora, y corriendo le damos “Dalsy” y le decimos: “no llores niño, no llores “. Cuando lo correcto sería decir: “sí cariño, duele, y duele un rato, pero luego pasará, y la madre / padre / abuelo-a te ayudará”. De la misma forma, queremos borrar el malestar emocional, y esto no funciona así.

ENSEÑAR QUE NOS PUEDE PASAR

Con la muerte, con la pérdida de salud, ni los padres, ni los profesores, ni los médicos, ni siquiera el dinero, pueden hacer nada… y entonces se inicia el conflicto.

Los adolescentes no pueden utilizar completamente el razonamiento lógico porqué todavía no lo tienen estructurado del todo a nivel cerebral, sus conexiones son inmaduras, y muchas de las situaciones de riesgo que se dan en la adolescencia están relacionadas con este hecho. El “pensamiento mágico” y de “invulnerabilidad: a mí no me pasará”, les acompañará hasta la etapa adulta… y por mal que me sepa decirlo, continuará presente en muchos adultos inmaduros o adultos-adolescentes. Por eso hay que aprovechar estos momentos… para desmontar este falso sentimiento que entre todos hemos creado.

IGNORAR EL SUFRIMIENTO ES APLAZAR LOS CONFLICTOS

La sociedad, los padres, no han hecho más que empeorar la situación de invulnerabilidad, pensando que borrando el sufrimiento del escenario perfecto que han dibujado por sus hijos les favorece.

Nada más lejos de la realidad, es triste ver como hemos perdido el norte como educadores, como padres, como sociedad… es triste ver, cómo hablar de sentimientos supone un esfuerzo tan grande en todos nosotros… Como los sentimientos se aplazan, como los conflictos emocionales se apartan (pero no se resuelven) por qué son molestos. Como tratar de la muerte, un proceso tan natural, como la vida misma, supone un problema para esta generación.

Un generación que vive totalmente desvinculada del sufrimiento real de la sociedad, donde la muerte significa “game over”, y sólo es un videojuego donde “nunca me pasará a mí”, donde todo es ciencia-ficción… hasta que llega el momento y nos salpica con todo lo que conlleva enfrentarse a la realidad, donde yo como adolescente veo “que también me puede pasar a mí”.

HABLAR SOBRE LA MUERTE

Es importante reflexionar sobre esto, hablarlo con nuestra familia y no olvidar que la muerte no es más que la continuidad de nuestra vida o, mejor dicho, para algunos puede suponer el fin de esta, para otros la próxima fase… por eso existen las leyes metafísicas y las creencias religiosas. Por muy traumática que pueda ser, por muy trágica, por muy dolorosa, la muerte está presente en todos nosotros desde que nacemos. Y para todos nosotros, absolutamente para todos, es igualmente trágica y dolorosa, porque ninguno de nosotros está exento del sufrimiento humano.

Los padres como educadores no podemos perder de vista que si no nos planteamos nuestra propia muerte, difícilmente podremos ayudar a entender o a hablar de la misma. Si nosotros mismos no trabajamos nuestro interior, los conflictos, los duelos que nos van acompañando a lo largo de la vida, difícilmente podremos hablar con nuestros hijos, alumnos, pacientes, o a quien sea, del significado de la muerte.

Antes los curas, la iglesia tenía asumida este papel. Hoy en día, estos chicos ni siquiera tienen eso. Y la familia, evidentemente contribuye a la anestesia general del sufrimiento, e ignora que la muerte pueda llamar alguna vez la puerta de su casa, como si la ciencia lo soluciones todo o como si el dinero pueda comprar la vida.

ACEPTAR EL SUFRIMIENTO

Ahora nadie puede hablar de la muerte, por qué “pobrecitos, estas cosas no se deben hablar…” o “ahora no toca”. Sobre la muerte, la enfermedad, se puede hablar en cualquier momento, siempre y cuando sea el indicado. Y siempre que se haga desde el corazón.

Es importante reflexionar sobre estas palabras, porque continuamente vivimos situaciones realmente difíciles, siempre en una sociedad en “crisis”, en la “crisis del dinero”, donde diariamente vemos duelos, por la pérdida del trabajo, por el divorcio, por la entrada en la menopausia o por la jubilación.

No existen claves para no sufrir, no se puede enseñar a hablar de la muerte, pero tampoco es necesario acudir a “expertos en conflictos de muerte”, porque no estamos hablando de algo patológico sino que deberíamos de integrarlo dentro del proceso vital de cada uno de nosotros y permitirnos hablar desde el corazón abiertamente. Reflexionemos y mejor aún, aceptemos.



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